martes, 4 de noviembre de 2008

mil cosas

MIL COSAS
un cuento de
RAFAEL CRUZ
En plena crisis financiera de principios del siglo veintiuno, hablo de los años 2008, 2009, 2010 y 2011 hubo artistas, grandes artistas que supieron adaptarse a los malos tiempos y se lanzaron a la carretera con la sola compañía de sus guitarras y el talento. Tocaron en todo tipo de salas porque entendieron que la bonanza de los grandes conciertos se había acabado. Por fortuna me tocó cubrir en Valencia el mejor concierto que he presenciado en toda mi vida a cargo del cantautor británico Pablo, megaestrella de finales de los años setenta y principios de los ochenta. Sé que han pasado ya algunos años pero me gustaría hoy contar lo que pasó aquella noche después del concierto como homenaje a este artista, la distancia de los años hará que no ofenda ya a nadie si hago público lo que ocurrió precisamente después del concierto. Repaso mis notas de la crónica:


Valencia, 27 de octubre de 2008

Llegué a la sala en un taxi y el promotor del concierto salió a la calle para recibirme. Enseguida lo note algo excitado; obvio pues no estaba acostumbrado a tener en su sala a los medios de comunicación de alcance nacional. Fingía naturalidad pero estaba abusando de algo que no gustamos en exceso, los críticos, como es el elogio, pero ojo tampoco nos gusta, en exceso, el desprecio. Echando un vistazo a las notas de aquella noche mágica recordé que el empresario afortunado se llamaba Agustín… Agustín Losada. Acababa de aterrizar en Valencia y Agustín, como buen promotor, ya me estaba repasando las consignas para la entrevista dadas por Pablo.

-Así que ya lo sabe ¿Javier? Es evidente que se estaba haciendo el interesante delante de mí, sabía de sobras cuál era mi nombre, -Javier, le confirmé -No quiere fotos ahora, insistió. -¿Y vídeos? Le inquirí, sólo por tocar un poco los huevos, ya imaginaba que si no quería fotos ahora, mucho menos una cámara de vídeo. – ¡Tampoco!, me dijo, grabadora o cuaderno de notas es a lo único que ha accedido y donde más énfasis ha puesto es en los veinte minutos de duración. A partir de ese tiempo la entrevista se habrá terminado… y le aseguro que lo hará.

Yo seguí interrogando -¿Por qué está tan seguro que la dará por terminada? Aquel Agustín Losada era un auténtico cenizo, era de esas personas que siempre veían la botella medio vacía, de esas personas que sabías a ciencia cierta que, a su lado, sólo te podía pasar algo malo. Sus argumentos eran del siguiente calibre para catalogar a Pablo -Porque desde que ha llegado sólo ha hecho lo que le ha dado la gana. Escucha, me pidieron para él un buen hotel y yo, por deferencia, le he reservado el mejor, pues bien creo que ni siquiera lo ha pisado todavía. Casi en tono de coña seguí taladrando la paciencia de Agustín, -¿Cómo consiguió traer a Pablo hasta aquí?, a Valencia ¿Y a una sala tan pequeña como la suya? No me salen las cuentas. Enseguida llegó el inevitable tuteo -Háblame de tú por favor… afortunadamente no todo son cuentas en la vida, en cualquier caso, le queda un buen caché teniendo en cuenta que viene él solo acompañado de dos técnicos de luz y sonido. En este punto, reconozco que el auténtico Agustín Losada empezó a caerme mucho mejor. - De esa forma, prosiguió Agustín, cuando me enteré que Pablo buscaba sala en España presenté mi candidatura inmediatamente, a través de su agente en Londres. Más tarde me enteré que unas veinte salas más de toda España habían hecho lo mismo. Esta pregunta la hice sin segunda intención, tenía un interés real, -¿Le ha… ¿Te ha comentado por qué seleccionó la tuya? Encogiéndose de hombros Agustín -No, a mí, directamente, no me ha dicho nada pero me gusta pensar que esta sala tiene alma… ya lo entenderás esta noche… hace un par de meses vino un colaborador suyo con una cámara de video y estuvo tomando imágenes de la sala y haciendo pruebas de sonido –ahí me la juego con cualquier sala de España-. A los diez días tenía el veredicto. –Y yo que pensaba que no quedaban promotores de este tipo, ahora Agustín Losada no sólo me parecía un tipo estupendo sino que empezaba a provocarme admiración-. Era alucinante que Pablo estuviera en una sala con tan poca capacidad y de la periferia -¿Ha tenido algún ramalazo de estrella? ¿Ha pedido algo más –a parte del hotel? Seguí preguntando muy en mi papel de periodista -Un coche con chófer, que por las noticias que tengo tampoco ha usado todavía, llegó esta mañana sobre las diez y media al aeropuerto de Manises y pidió venir a la sala directamente. Me dijo con cierta indignación Agustín. El gasto ya estaba hecho y quería amortizarlo. Yo para animarlo le dije -¿No ha parado en ningún momento de trabajar aunque sea para ir al hotel, comer, ducharse y cambiarse de ropa antes del concierto? ¡Y realizar la entrevista!, Resignado Agustín -Me temo que lo hará todo en el camerino de la sala. Yo quería animar más a Agustín -Parece un gran profesional ¿No es así? ¿A qué hora regresa mañana? Interrumpiéndome de golpe- Ha pedido algo más que no sé catalogarlo… Yo, colándome en la línea discursiva de Agustín -Vaya, vaya y ¿Se puede saber lo que ha pedido? Confuso -Me pidió quedarse solo en la sala después del concierto.
Aquí me pilló -¿Solo? -Sí, me ha pedido la sala, al menos tres horas. Qué ingenuo y qué tierno me pareció Agustín Losada. Parece mentira que un promotor de conciertos, da igual que sea de provincias, no comprenda que en el rock&roll es típico que después de un concierto, los artistas se corran una buena farra. -Agustín déjame que te diga que toda la vida se han organizado este tipo de fiestas privadas al finalizar un concierto.
Taxativo Agustín -Nadie, no quiere a nadie después del concierto, ni amiguitas, ni siquiera yo puedo quedarme en mi propia casa. Quiere la sala desierta. Hasta sus técnicos se marchan en el coche que contraté con chófer. Por razones obvias el personal de seguridad de la sala se tiene que quedar. -Yo ya sabía que todo aquello no iba conmigo pues me quedaría de todas las formas, todavía no sé cómo pero tampoco me importaba, de momento. -¿Y tú Agustín?, ¿No tienes ganas, no sientes curiosidad de saber de qué va todo esto?
-No. Negó rotundamente el promotor. -¿No? Incrédulo. -No. Mira Javier llevo muchos años promoviendo conciertos, muchos años programando mi propia sala y ya he visto de todo y seguro que estás de acuerdo conmigo en que un artista funciona en otra frecuencia. Es ofensivo aquello de darles de comer aparte pero por ahí van los tiros. Así que no me interesa encerrarme esta noche durante tres horas porque ni siquiera entenderé el sentido del encierro. A estas alturas Agustín me tenía ganado, era ya una especie de héroe para mí. Están desapareciendo del mapa estos tipos tan respetuosos con el talento de los músicos. Yo, en cualquier caso, iba a saltarme todas las normas del respeto a la confidencialidad y me iba a quedar, escondido, a toda costa. -Pero tres horas dan para mucho, le insistí a Agustín
-Mira Javier, me dijo, yo sólo quiero que ese señor dé un buen concierto esta noche y si para ello necesita la sala tres horas después del recital –aunque sea para cualquier marcianada- no seré yo quien se lo impida. -Agustín vamos, nadie ha hablado de impedir nada. Le dije conciliador. Prosiguió Agustín, -será el único concierto que ofrezca en España y eso prestigia mucho a la sala –vendrá gente de toda España y del extranjero. Me prestigia a mí como promotor. El dinero en este caso queda en un segundo plano. Yo estaba realmente intrigado, -Parece ser que Pablo es un auténtico “gentleman” .Agustín asintió con la cabeza y con toda la máscara facial; era su manera de decir “es un gentleman aunque a mí no me haga ni puto caso”. -¿Por qué se lanza él solo a la carretera a estas alturas?, proseguí. -A estas alturas en las que él ya ha conseguido lo más difícil del público para un músico: FIDELIDAD. Tiene al público más fiel que se conoce, a excepción de los heavys. Minoritario pero fiel como para seguir comprando sus anticuados vinilos. No llena campos de fútbol pero puede aspirar a salas más grandes que la tuya. Aquí me sorprendió Agustín con intimidades de promotor, -No te confundas amigo mío, Pablo lleva un espectáculo para cada tipo de sala. Para salas grandes tipo “in door” se hace acompañar de una potente banda de media docena de músicos de primera línea. Para estadios se junta con un par de grupos más de manera que se garantizan entre las tres bandas un lleno absoluto. Al final se reparten la pasta y cada uno por su camino. Te puedo asegurar que para cada uno de los casos el caché varía ostensiblemente. En mi papel de periodista inquieto -¿Qué es lo que más te atrae de este recital en solitario?
-Ya te lo he dicho antes… el prestigio que reporta organizar un concierto único en España. En cualquier caso ha sido suerte. Mira, Javier no me quiero andar por las ramas y quiero trasmitirte lo importante que es tu presencia aquí. Para las salas de provincia es muy difícil tener acceso a los medios de comunicación con repercusión nacional. Entendí la indirecta que me lanzaba Agustín. -Cubrir un evento como el de Pablo ha merecido la atención y el seguimiento en El País nacional y aquí estoy, de todas formas cuando necesites algo llámame y veré qué puedo hacer. ¿Qué relación tienes con El País Valencia? Aquí fue muy directo -No quiero que te siente mal pero cada día se parece más a un club de amigos, si no estás dentro olvídate. Este mensaje estaba llegando ya por varios lados a la dirección del periódico como una letanía. -Ya, me suena esa historia pero te puedo asegurar que hay una consigna para cambiar esa percepción. La prensa tiene que tomar otra vez el pulso de la calle o de lo contrario estará muy jodida en poco tiempo; ya sabes, periódicos gratuitos, digitales, televisiones encendidas veinticuatro horas en los bares… La prensa escrita se está convirtiendo en algo cada vez más romántico, hay una verdadera sangría en las ventas y en la publicidad y aunque sea un tópico, la crisis no ayuda nada. Entramos en la sala por la única puerta que estaba medio abierta a esas horas de la tarde, es decir, el pasillo de evacuación. Era un corredor muy largo y angosto, ¿Un buen sitio para esconderme esta noche después del concierto? No se veía casi nada pero sí que pude percibir que el sonido que llegaba era el de una prueba de sonido de Pablo. Una guitarra desgranaba las notas de una de sus últimas canciones, Mil Cosas. El pasillo entraba directamente a la sala, justo al fondo quedaba el escenario y allí estaba Pablo que enseguida se apercibió de nuestra presencia. -¿Hola? Dijo Agustín en un estilo indirecto muy gracioso y con la voz como un poco hacia dentro, como en los anuncios de perfume. Pablo desde el escenario
-¿Agustín? Preguntó Pablo
-Pablo, soy yo Agustín, viene conmigo Javier, el periodista de El País. La entrevista ¿Recuerdas? -Que pase, e hizo Pablo un gesto como quien invita a su casa a la vecina anciana del rellano a tomar te y galletas. Avancé por la sala que estaba a oscuras, un par de focos del escenario que estaban encendidos servían de guía. Vislumbré en un lateral unas escaleras pequeñas que supuse eran las de acceso al escenario, pero no, me había equivocado, esas escaleras daban directamente a los camerinos. Pablo se acercó muy amable desde el escenario, me tendió la mano y así fue como subí a las tablas. -Gracias, gracias le repetí, por conceder a El País la exclusiva de su único concierto en España. Le estaba dando los agradecimientos mientras escrutaba el rostro de Pablo y vaya, era de esos rostros al que todavía hoy recuerdas con la certidumbre del que era derrochado por el tiempo. Físicamente, era todo lo contrario, desde el fondo de la sala aún parecería que derrochaba su tiempo. Esto puede parecer una paradoja en mis notas pero no lo es, en el mundo del rock&roll hay abundantes ejemplos; Lou Reed, Iggy Pop, Keith Richards… Pablo tenía las cosas tan claras -Me resulta más cómodo conceder una exclusiva antes que recurrir al sistema de rueda de prensa. Así te garantizas que, al menos, un medio de comunicación va a hacer un seguimiento más exhaustivo de la noticia. He hecho ya muchas ruedas de prensa es esta vida donde te fallan la mitad de medios de comunicación –se esperan a comprar la noticia vía agencias- y la otra mitad envían a periodista que ni siquiera te conocen y que no tienen la dignidad de prepararse la noticia. En este punto tengo que reconocer que me puse un poco a la defensiva. -Si le sirve de algo conozco su trayectoria y soy seguidor suyo. Esta tarde la delegación local enviará un fotógrafo ¿Cuándo le digo que venga? -Justo antes del concierto y que recoja imágenes sólo de las dos primeras canciones. Dijo Pablo. -Esta noche también vendrá el canal cuatro de televisión a tomar imágenes. Esta conversación transcurrió en términos muy profesionales. -Que hagan lo mismo. Insistió Pablo. -Sí, creo que ya han quedado con Agustín. Contesté. Su voz era tan grave que por momentos te recordaba voces como la de Jeremy Irons, era tan grave que te parecía imposible que luego en el escenario Pablo fuera capaz de sacarle tanto cromatismo, tantas gamas pero hablando era imposible no caer víctima de una especie de embrujo. Hasta las cuerdas de las guitarras que había distribuidas por el escenario vibraban cuando Pablo hablaba. Miré de soslayo el reloj para asegurar mis veinte minutos pero enseguida se percató. -Veinte minutos, dijo. -Veinte minutos, repetí yo. Agustín que había permanecido en la oscuridad de la sala surgió de ella con dos sillas, nos sentamos y dimos por empezada la entrevista.


LA ENTREVISTA

JAVIER
Valencia.

PABLO
¿Por qué no?

JAVIER
No está en los circuitos de los grandes conciertos.

PABLO
Pero este no es un mega-concierto. Si hay magia esta noche en la sala no será por la reunión de cien mil almas en torno a un hecho musical, sino por otros temas no menos importantes como la calidad del sonido o la cercanía. –Mientras transcurría la entrevista, dos técnicos que acompañaban a Pablo en la gira no dejaron de trabajar ni un minuto ora tirando mangueras por el escenario, ora arriba de una escalera. -La conexión es otro ejemplo de lo que puede y debe pasar esta noche aquí y que, en otro tipo de salas, canchas, estadios, etcétera, es inviable. Últimamente es lo que más estoy investigando… La conexión.

JAVIER
La conexión.

PABLO
Sí, la conexión. ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas lo pasamos sin conectarnos con nada, ni con nadie de verdad? Vivimos la época más contradictoria en ese sentido de todas. Nos “conectamos” virtualmente con gente de todo el mundo aunque no sepamos ni quién son, ni cómo son de verdad y esto luego lo gestionamos cada uno, como podemos y sabemos, en nuestras vidas privadas pero el arte no, el arte no funciona así sino todo lo contrario. El espectador de mis conciertos no puede intuir que va a encontrarse con más de lo mismo que en su vida. Como mínimo, en dos horas de concierto tienen que suceder más cosas que en dos horas de su vida normal. Conozco cómo es el tipo de espectador que viene a ver mis conciertos y, créame, me esfuerzo en que se establezca una auténtica conexión entre la sala y el escenario, entre mi guitarra y yo y entre mi voz y yo. Sé cómo hacer llorar a alguien con mi voz y, si es oportuno lo utilizo.


JAVIER
¿Y lo consigue?

PABLO
Esta noche me lo dice.

JAVIER
Trato hecho.

PABLO
Mire, es muy cómodo culpabilizar de la crisis musical a nivel planetario al público. Es muy recurrido escuchar que la gente no se implica en nada, que no hay respeto por la propiedad intelectual pero la pregunta sería ¿Y tú?, ¿Hasta dónde te has implicado tú? Le aseguro que mis incondicionales no piratean material mío.

JAVIER
Todo esto es muy bonito pero suena un poco a brindis al sol.

PABLO
Le pongo un ejemplo más concreto si quiere. Usted y yo ¿De acuerdo?, ¿Qué espera de mí en esta entrevista?
Yo estaba encantado. Desde que empezó la entrevista me sentía montado en un globo y no deseaba, para nada, otro tipo de entrevista que no fuera la que estábamos teniendo pero decidí entrar en el juego por pura petulancia.

JAVIER
¿La verdad?

Pausa.

Que sea sincero, supongo.



PABLO
Sí, “que sea sincero”, vale. En definitiva es lo que querría todo buen periodista pero para que ello se dé necesitamos que yo ESTÉ AQUÍ de verdad.

Y acentuó “esté aquí”.


JAVIER
… No entiendo.

PABLO
Sí, necesita mi presencia al ciento por ciento, que esté aquí sólo para usted, ese es el principio de la sinceridad. Que no despiste mi atención supervisando a mis técnicos por ejemplo o atendiendo llamadas de mi teléfono móvil. Desde que empezó la entrevista yo he estado presente todo el tiempo, regalándole toda mi atención ¿No lo ha notado?

Me había pillado como a un conejo bobo y si quería, de verdad, sinceridad tenía que regalarle parte de la mía.

JAVIER
Claro que lo he notado, y se lo agradezco mucho.

PABLO
Yo he llegado donde he llegado, he colocado todos mis sencillos en el TOP 40 y creo que ya van 23, trabajando de la misma forma. Nunca he estafado a nadie, ni en el estudio de grabación, ni arriba del escenario. Pero sobre todo no me he estafado a mí mismo, dejaría este negocio inmediatamente y me dedicaría a otra cosa.

Poco a poco la palabra “gentleman” que tanto había escuchado a continuación del nombre de Pablo iba perdiendo su sentido británico e iba ganando un sentido muy universal de honestidad brutal.

-Estoy presente cien por cien con usted y cuando acabe la entrevista volverá mi atención a estar al ciento por ciento con mis técnicos para las pruebas de sonido y esta noche, estaré a tope con el público que se acerque hasta esta sala. No lo olvide, practique la presencia y atención para que sus tareas se conviertan en armónicas y ligeras. Somos unos privilegiados por hacer lo que nos gusta pero a veces podemos caer en el error de olvidarlo.

JAVIER
Pablo, hábleme del viaje que han hecho sus canciones en estos más de treinta años desde las primeras dedicadas a las relaciones personales, pasando después por las inquietudes de los jóvenes para instalarte ahora en los sentimientos íntimos del ser humano.

PABLO
¿Javier?, Javier ¿Verdad? Si quiere que le siga siendo sincero tendré que decirle que yo no he sido jamás consciente de ese viaje de mis canciones que me ha mencionado desde “las relaciones personales”… ¿Hasta?


JAVIER
Hasta los sentimientos íntimos del ser humano.

PABLO
¡Eso es! Yo siempre me he visto condenadamente aburrido en ese sentido, siempre creo que he hablado de los sentimientos íntimos del ser humano porque ¿De qué otra cosa puede hablar un ser humano? Siempre hablamos de lo mismo. Somos seres humanos y nos preocupan siempre las mismas cosas desde la antigüedad. De eso hablaba siempre William Shakespeare y de eso seguimos hablamos ahora. Todo es un problema de quien lo lee, no de quien lo escribe. El que escribe lo hace insistiendo siempre en el misterio del ser humano. El problema viene de la interpretación y del entorno, hace treinta años con la revolución sexual en marcha todo eran las relaciones personales, sobre todo, de pareja.

JAVIER
Claro, eran los finales de los setenta…

PABLO
… Y veníamos de dinamitar un montón de tabúes relacionados con el sexo, la religión y la violencia. En los ochenta rompemos los uniformes y los jóvenes se apropian de mi música para no sentirse más perdidos todavía. Todo era entonces muy “after” o muy “post”. Estoy orgulloso de aquella época porque mi música llega a los jóvenes comprometidos no al adolescente atontado. Aquí Pablo sonrió por primera vez y su mirada empezaba a ser tan intensa que estaba dejando mi energía por los suelos. Sólo llevábamos diez minutos de entrevista y ya estaba yo agotado. Pablo, en cambio, parecía tener el encanto de los vampiros más seductores de la historia de la literatura y el cine pero sin su aura maligna ¿O sí? ¡Extraño! -Así que en realidad sólo he cantado y cantado de lo mismo, de los sentimientos íntimos del ser humano. Los grandes artistas, no sólo de la música, siempre han hablado de lo mismo.

JAVIER
¿Podrías utilizar alguna canción tuya como ejemplo?

PABLO
¡Por supuesto! Elígela tú ¿Cuál te ha gustado más del último disco?

JAVIER
“Mil Cosas”.

PABLO
También es mi favorita. Aparentemente habla de esas mil cosas que viajan con nosotros a todas partes y que son del todo inútiles… y que para más INRI, como decía Borges, no sabrán nunca que nos hemos ido.

JAVIER
¡Qué bueno!

PABLO
Ya pero es de Borges y no mío, aquí volvió a sonreír-… -Bueno pues esta canción, en realidad, habla de la cobardía. Todos los que tenemos y usamos la conciencia somos unos cobardes ante la injusticia y nos parapetamos en estas mil cosas para no pasar a la acción, o en otras mil cosas, el caso es que siempre aparecen mil cosas donde escondernos para no pasar a la acción. No volvió a sonreír pero la expresión de su rostro se llenó de una serenidad infinita. -Sí, somos todos unos cobardes.

JAVIER
Parece que no le dé rabia que seamos todos unos cobardes.

PABLO
No, no me da rabia porque significa que todavía tengo conciencia, pero sí que me produce un vértigo extraordinario asumir lo que supondría pasar a la acción para intentar arreglar las injusticias del mundo. Como verá todo es un problema del enfoque de quien lo lee, por eso unas épocas favorecen unas lecturas y otras épocas otras. Así funciona esto.

El tiempo de la entrevista caminaba hacia su fin y aunque Pablo no se sintiera incómodo yo sí que empecé a azorarme, no quería mirar el reloj como un periodista inexperto.

JAVIER
Hemos empezado la entrevista hablando del concepto de conexión en la vida y en el arte, hemos repasado la temática de sus canciones desde las relaciones personales, pasando por las inquietudes juveniles para llegar a los sentimientos íntimos del ser humano. ¿Qué espera de su música en el futuro?

PABLO
Espero –si el cambio climático y las crisis financieras lo permiten- un verdadero despertar de las conciencias en el arte. ¿Sabe por qué?

JAVIER
No, pero me temo que usted tiene una teoría.


PABLO
No, es una certeza. Mire, el arte siempre ha ido a contracorriente y siempre ha llegado donde no lo ha hecho la vida. ¿Qué nos ofrece la vida? ¿Una mirada y un pensamiento globalizado único? Pues el arte rompe esta fórmula y busca la individualidad de la conciencia despierta, aunque el peaje sea carísimo, como ya hemos percibido al vernos como cobardes frente a las injusticias del mundo. ¿Que el mundo genera un ruido insoportable? Pues que mi música genere silencios que se enfrenten, cara a cara, a esos ruidos molestos. Que el arte nade a contracorriente para generar espacios para la reflexión aunque parezca que ya no está de moda. ¿Sabe que soy de los pocos artistas que todavía publican en formato CD y vinilo? Es mi forma de decirle basta al mercado de los actuales MP3 y MP4 donde la música está grabada a un volumen tan alto que no se distingue ya nada de nada. Esta es la receta de mi éxito, silencio, reflexión y canciones bien hechas frente a la corriente que nos invade. A contracorriente amigo, de lo contrario no lo llamemos arte. Cuidado con esos falsos artistas que en pos de no sé qué modernidad generan más de lo mismo al mundo, es decir, ruido, irreflexión y pensamiento único. ¿Qué le parece?, ¿Cree que tiene suficiente material para su crónica? Era inaudito pero se había detenido justo en el minuto veinte, aunque uno tuviera la sensación de haber estado más tiempo. La presencia de Pablo era tan intensa que veinte minutos con él podían ser dos horas al lado de cualquier otro mequetrefe. Acabé la entrevista agotado, nos despedimos hasta la noche, hasta la hora del concierto y desaparecí otra vez por el pasillo de evacuación de la sala. Mientras caminaba por el angosto corredor pude escuchar a Pablo retomar sus pruebas de sonido. Yo, mientras, ya estaba pensando en la manera de burlar los servicios de seguridad de Agustín para esa noche. Tenía ahora, tras la entrevista, más interés que nunca por saber qué quería hacer Pablo en la sala porque, desde luego, no daba el perfil para montar una orgía o una timba de póquer.
Sigo repasando notas de aquella noche: Sala llena y entregada; Pablo regaló un concierto de más de dos horas incluyendo dos bises; atacó el último disco con unos arreglos muy bien hechos; acabó el concierto y tal como aseguró Pablo en la entrevista, aquella noche hubo magia en la sala, perdón, conexión. La anécdota llegó en “Mil Cosas” porque me la dedicó, no le he dicho a nadie que lloré. Aquella noche recuperé el sabor de los primeros conciertos a los que asistí muchos años antes de ser crítico musical, cuando cada concierto era una aventura. No quiero perder tiempo en lo que fue el concierto en sí, el que quiera saber más sobre aquel recital puede encontrar todavía la crónica en mi blog javimusicaelpais.blog.es y buscarlo por el titular que como ya habréis acertado a adivinar titulé; “mil cosas”. Lo que sí voy a contar aquí hoy como he prometido al arrancar mi relato es lo que sucedió después del concierto ¿Que por qué lo cuento ahora? Supongo que porque se lo merece Pablo, para mí uno de los mejores músicos de la historia del Rock&Roll, se merece que la gente sepa lo que cuesta llegar hasta ahí y mantenerse más de treinta años… El público se marchó enardecido y desde mi escondite, en el pasillo de evacuación de emergencia, pude ver también la parte más prosaica del arte; Agustín pagando con un talón a Pablo. Se despidieron afectuosamente con un “hasta la próxima”. Después llegaron los dos técnicos de Pablo y, tras saludarse, discutieron diferentes aspectos del concierto, algún fallo de sonido. Lo que me quedó claro, porque yo no llegué a escuchar la conversación, es que Pablo es un artista muy exigente. Los dos técnicos inmediatamente después estaban tirando mangueras, de nuevo, hasta que el escenario quedó en perfecto orden, justo igual que al principio de la noche, sí, como al principio del concierto porque no sé si me creerán pero en cuanto Pablo dio su visto bueno y los técnicos desaparecieron, se dirigió a solas al centro del escenario, donde todo estaba preparado, y comenzó, a solas y de nuevo, el concierto. Una por una Pablo fue desgranando todas y cada una de las canciones que había interpretado minutos antes ante una sala entregada. El repertorio sonó entero hasta el final, incluidos bises. Él solo. Genial.

Hoy aquí en Nueva York, no lo hemos hablado jamás, tengo la sensación de que siempre supo que yo estaba en el pasillo y que no le importó, es más de que me lo dedicó, pero esa es otra historia. Desde aquel día entablamos una gran amistad que ha durado hasta hoy y hasta aquí. He venido a la ciudad de los rascacielos, no para cubrir el acústico que está a punto de arrancar para todo el mundo en la MTV, sino por el puro placer de ver a Pablo acariciar la cumbre, otra vez, después de treinta años. ¡Ah! vengo invitado por él.

Este ha sido mi homenaje.

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